lunes, 12 de octubre de 2009

La leyenda del sueño.

Eran las cuatro de la tarde y salió a pasear, un libro bajo el brazo. Una higuera a lo lejos era el mejor lugar para descansar y leer un poco al fresco de la sombra en un verano especialmente caluroso.
Estiró las piernas y acopló la espalda en el tronco de la higuera, el cual parecía que estuviese hecho a molde de la misma. Abrió el libro y comenzó a leer, era la novela más estúpida y sin sentido que había leído en años y el tedio le pudo. Lentamente fue sentando la cabeza hasta caer dormido.

El sueño fue una concesión del destino, una oportunidad a disipar sus más profundas inquietudes, un cáliz que curaría su falta de ganas por vivir. Se le concedió el conocimiento más supremo imaginable, ante él quedaron resueltos los enigmas de la vida, el sentido de las cosas, el por qué de todo y de la nada. Por un momento comprendió lo que nunca antes un hombre había podido llegar a imaginar que pudiese llegar a conocer. No era una clave la que descifró, si no "la clave". Nunca volvería a ser el mismo, ni él ni toda la raza humana en cuanto él lo difundiese.

De repente despertó, estaba lleno de alegría, exultante, eufórico e ilusionado. Se levantó de un salto y corrió a su casa para constatar todo lo que acababa de comprender. A mitad de camino dejó de correr, se replanteó lo que debería de hacer a partir de ahora, y optó por recoger todas sus cosas e irse a vivir a la montaña. Lo hizo y prometió que nunca más descendería de ella, nadie más supo ya de él ni de su secreto.